Matala

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No esperes más.

Vamonos a descansar; vamonos a reír de las desgracias.

Es algo desconocido, sí.

Pero es un hecho,

que es mejor que estar aquí.


Matala.


Muestrame tus armas.

Muestrame tu maldito cuchillo,

para sentir mi cuerpo.

Pero dale, saca también la pistola,

para ir directo, sin paradas.

Como sugerencia: saca también las drogas.

Para agradecerles por todo.


Matala.


Quiero ver el fin verdadero.

El fin de todo esto.

Quiero verme tirada, sonriendo.

Con el mejor vestido rojo intenso,

solo para aquella única ocasión.

Blanca, para destacar mis ojos,

mi pelo,

mi boca.


Matala.


Matala y todo quedará ahí, pausado.

Completamente pausado.

No avanzaré más; es solo una pausa, un suspiro mortal.

Dejemoslo!

Qué importa, amiga?

Matala.


Ellas me carcomen por dentro .

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Desperté sangrando entre mis sábanas amarillas.
Sangraba por los ojos,
por la nariz, por la boca, por los oídos.
Mi cuerpo estaba teñido de un rojo oscuro,
estaba cubierto por sangre.
Me asusté.
Mis manos comenzaron a destaparme y sacarme las sábanas amarillas que me impedían moverme. Me levanté y tropecé con una caja.
Dentro de aquella caja habían fotos, muchas fotos. Y una hoja de papel donde salía escrita una frase: Mientras se tenga al menos un amigo, nadie es inútil.
Logré pararme ignorando la caja, y fui al cuarto del baño.
Me miré al espejo y vi mi piel de aquel color escalofriante.
Comencé a mojarme el pelo, los brazos, mi rostro.
El agua que en un comienzo era incolora, se tornaba oscura, muy oscura.
Sentía el olor de la sangre retirándose de mi cuerpo, dejando todo el lugar lleno de manchas.
Cuando logré quitarme toda la sangre, me miré al espejo.
Logre ver el origen del desangramiento: heridas en mi cabeza, rostro, brazos, piernas.
Me miré extrañada. ¿Qué me había sucedido? No recordaba nada. Solo que en la mañana había despertado totalmente cubierta de mi propia sangre.
Pero, el día anterior no me había sucedido nada.

Me vestí.
Partí a mis deberes.

Fue entonces cuando las ví.
Y comencé nuevamente a sangrar. No paraba.
Dolores agudos surgieron dentro de mi cuerpo.
Mareos y vómitos los veía venir.
La sangre no tenía piedad de mi cuerpo. Seguía su rumbo sin importarle absolutamente nada.
Mi cuerpo abandonaba sus ganas de luchar.

Corrí como pude lejos de ellas.

Y dejé de sangrar.
Los dolores desaparecieron. Pero la pena me invadía; se tomaba mis extremidades y mis pensamientos volaban alrededor de ellas.
Y comencé a sangrar de nuevo.


Al principio no podía acostumbrarme a sangrar y a sentir aquel dolor punsante,


pero al final,


se hizo parte de mí.


Ya no sé que hacer.
Desangrarme ya es parte de todos los días.

No te sientas mal, mi pequeña saltomontes

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Por qué te sientes mal pequeña saltamontes?
No te sientas mal.
Que me siento mal yo.
Hago lo posible, pero se me es imposible.
Desde lo sucedido, cicatrices me hacen estremecerme y no mirar.
Lo siento.
Pero así es.
Y no se si hay vuelta atrás,
y es enorme esta pena.
Pero se esconde detrás de sonrisas, carcajadas y miradas.

Pero sigue ahí, penetrando, entrando, invadiendo todo.
Desangrando todo.
Pero todo parece normal. Todo parece como si estuviese en perfectas condiciones, todo es superficial.
Apenas volteas, las sombras me comen. Pero tu mirada es el sol que me logra sacar de aquella oscuridad, pero solo para aparentar.
¿Qué fue lo que hicimos mal?
Una avalancha destruyó todo, dejando pequeños recuerdos inútiles.
Y solo son las cicatrices, las cuales me dejaron atónita. Las cuales no podré borrar, e impedirán el seguir escalando aquel monte.

Éramos tan felices.
Éramos unos pajarillos que podían volar juntos; qué podían cantar juntos.
¿Qué nos pasó?
Quizás fue un error garrafal subirnos a aquel barco, con destino a la gloria.
Quizás pensamos demasiado en nosotros mismos, y no nos dimos cuenta el daño que íbamos dejando.
Quizás, solo quizás, fue culpa mía.

Ahora.
Ahora la tormenta pasó. Todo volvió a su ciclo.
Pero las cicatrices siguen ahí.
Carcomiéndome por dentro.
Las cicatrices continúan doliéndome
.
Continúan construyendo una barrera que nos aleja.
Y nos aleja, y nos aleja.
Y nos aleja a millones de kilómetros.
Y terminamos desconociéndonos.

Pero, qué importa?
No hay vuelta atrás.
Me duele.
Mucho.
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Hoy me dí cuenta que la gente está muy piteá.

Todos tenemos un grado de locura insertado adicionalmente (así como esos packs de comida, que te dan gratis un lápiz o un chocolate), en nuestros cerebros.

Pero, cuando nos dejamos llevar por emociones o situaciones específicas, tendemos a manifestar este grado de locura, de maneras bastante particulares;

-Pretender que estas hablando por teléfono para que el otro (o los demás) sepan de tu vida.

-Imaginar que tienes un bajo o una batería, mientras que escuchas música.

-Observarse directamente a los ojos de tu propio reflejo en el vidrio (esto suele ocurrir en el metro y la micro).

¿Sigo?

Uf, no terminaría. Son bastante las cosas delirantes que llegamos a hacer, y quizás inconscientemente.

Normalmente, cuerdamente, uno cree que son acciones totalmente normales en las personas, pero cuando lo meditas en algún estado fuera de lo normal (britney), te das cuenta que son acciones enviadas por la parte piteá del cerebro de casa personaje de la ciudad.
Para mi, asumir esto fue fácil. No me molesta creer que estamos muy cagados, pues tengo ya varios contactos que me han dicho que estoy loca, o mi día a día es bizarro.
Siempre pienso en lo que me rodea. Pienso más que la mierda, pero nada coherente.

El otro día, estaba dando un examen importante de mi asignatura Historia.
60 minutos.
Comencé bien, hasta que logré ver una mosca en la cortina que estaba a mi lado izquierdo.
15 minutos menos, gracias a la mosquita.

Esto, creo yo, más que defesis atencional, es locura.

Y vuelvo a reiterar…

ESTAMOS TODOS LOCOS HERMANO.

Mary.

29.06.09 → mañana empiezan las globales ctm.

Máscara de Hierro

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Es fácil pretender que todo está bien, ya sea con sonrisas falsas, frases interminables que quedaran en la conciencia pura y limpia, expresiones logradas por la mentira y la actuación. Pero en el fondo, te estás desmoronando. Lloras cuando el sol se pone y el silencio invade todo, mojando la almohada, irritando tus ojos cansados de tanto llorar. Sufres cada vez que recuerdas o ves alguna imagen del tiempo pasado.

No soy dueña de elegir lo que quiero sentir.
No soy quien decide si llorare mañana u hoy.
Solo soy una pobre estúpida que cayó en las redes de un sentimiento que es capaz de hacer muchas cosas. Soy quien unas breves frases inconclusas me hizo quedar como lo estoy ahora.

Pero nadie se logra dar cuenta de lo que sucede.
Solo sé pretender que estoy bien, y “ya no me importa, lo olvidé”, “no es nada para mí, lo tengo superado, no te preocupes”.
Y si alguien se percata de aquel sufrimiento inconsciente e interno, finjo que es un problema ajeno a lo que verdaderamente me jode la mente, pero que más quiero.

Y cuando me enfrento a ese pasado, o mejor dicho, presente, me desmorono jodidamente. Me quedo sentada, mientras que las lágrimas me corren, mojando esta vez la vía de la comunicación.

Pero jamás se enterará, porque se actuar.

Recuerdos de época

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Estaba en la micro, subiendo por Quilín, escuchando “Do the Evolution” de Pearl Jam, cuando la micro paró. Y entonces pude ver como una anciana se subía con mucho esfuerzo cada eslabón. Miró al chofer con una sonrisa de abuelita y se afirmó fuertemente de un cilindro de metal. No logré apreciar lo que le dijo al chofer mientras se apoyaba en una máquina de monedas, mientras sacaba su tarjeta Bip! Le costó mucho sacar la Bip!, pues la micro se movía mucho y no podía mantener el equilibrio. Pensé en ayudarla, pero cuando empezaba a pararme, había pagado.
Comenzó a caminar, afirmándose de los asientos y poder sentarse al final. Al verla tan complicada avanzando, me acordé de cuando yo era chica e iba a la casa de mi abuela.

Recuerdo que tomábamos una micro en el centro, en el mismo paradero de siempre: el que estaba en una esquina (las calles no las recuerdo, pero me parece que era Matta, no estoy segura), tenía un negocio, que yo siempre miraba deseando alguna tontería de las que vendían, pero sin manifestarlo por vergüenza.
Mi abuela, la “Meme”, me tomaba de la mano con sus manos ásperas arrugadas, achicaba sus ojos cafés para lograr ver la micro que nos servía y me decía: “Marianita, avíseme cuando venga la micro número 333”. Y yo, entretenida, cada vez que veía una micro me fijaba en el número que estaba ubicado en la parte de arriba de la micro. Entonces, muy concentrada buscando nuestra micro 333, la lograba ver y me exaltaba gritando: “¡Meme! ¡La micro!” y mi abuela me tomaba fuertemente de la mano, extendía su brazo haciendo parar la micro. Nos subíamos con dificultad, ya que en ese tiempo las micros amarillas eran súper altas, y tenían ese ruido tan particular del motor (que debo confesar que me gusta xD). Yo siempre elegía donde sentarnos y era la primera en hacerlo mientras mi abuela pagaba los pasajes. La gente, al yo avanzar, me afirmaba para no caerme, hasta que llegaba al asiento. Siempre me gustó irme en la ventana, para ver la ciudad y la gente.
Como olvidar los vendedores que se subían a la micro, contando toda la historia y funcionamiento de su producto; lápiz con infrarrojo, calcetines multiuso, etc.
Mi abuela siempre me compraba de los helados de piña o chirimoya alegre, de 150 pesos. Se me derretían siempre antes de llegar a nuestro destino, me manchaba entera y quedaba con las manos pegajosas (weá que odio).

Una vez que empezábamos a llegar a nuestro destino, yo me ponía nerviosa, porque el hecho de bajar de la micro, me cargaba. Siempre pensé que me caería, o mi abuela y yo me quedaría sola en la calle sin saber que hacer.

Nos bajábamos donde está la amasandería “San Camilo”, donde siempre pasábamos a comprar monedas de chocolate o esos berlines que tenían esa crema pastelera amarilla que tanto me gusta. Entonces caminábamos de la mano, observando cada expresión de la gente, los detalles de las calles…
Como a dos cuadras de llegar a la casa de mi abuela, pasábamos por la carnicería, donde conocían a mi abuela y siempre nos decían: “Le daremos el mejor pedazo de carne para la señorita Marianita” y yo me reía avergonzada. Por su puesto mi abuela también reía y me miraba con su expresión de cariño, como diciéndome: “Déle las gracias al caballero”.
Cuando llegábamos a nuestra humilde casa de grandes paredes y pasillos, yo iba a ver corriendo si mis semillas de porotos crecían. Yo siempre sembraba lentejas y porotos en el jardín pequeño.
Mientras mi abuela cocinaba, yo veía televisión o jugaba con los juguetes que tenía allá. Ponía la mesa en el comedor, y trasladaba la vieja tele para que viéramos las noticias o las teleseries (dependía del horario, pero no era muy común que viéramos televisión mientras comíamos).
A la noche nos acostábamos en la misma cama, esas camas altas que tenían cubrecamas con diseños de rosa…

Uno de los personajes que más me llamaba la atención de aquel barrio, era la vecina del lado izquierdo, la señora Rosa. Su casa estaba muy decorada, con flores de plástico y adornos muy siúticos. Ella era una señora muy sola, nunca supe si tenía hijos o algún marido muerto. Se pintaba mucho, sus labios tenían un rojo muy fuerte y se lograba ver que era barato. Sus uñas, pintadas de color rojo o café, su pelo teñido rubio, y su forma de hablar… Nunca olvidaré a esa señora.
También recuerdo a su vecina peluquera; la señora que vendía helados por mayor; sus vecinas del lado derecho, muy humildes y cariñosas. Pero los vecinos que eran parte de nuestra familia, era la familia de Olga: Tamara, Blanca, Olga y su marido. Me acuerdo de esos almuerzos gigantes que comíamos en su casa. Ese segundo piso, donde yo jugaba con la Tamara a las barbies y las peinábamos. El baño donde siempre me bañaba y el patio. Su casa era súper grande y espaciosa, me encantaba ir allá.

Ya no sé que escribir, me he llenado de recuerdos que no sabría como redactar y prefiero que queden en mi memoria.

Con la muerte de mi abuela, estos lugares y personajes han do desapareciendo poco a poco de mi “camino a seguir”. Pero conservo los recuerdos más lindos de toda mi niñez.

Saludos.

Resumen 2008

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He visto ya muchos “Fotolog” y “notas de Facebook” que se refieren al 2008. Y no dejo de ser una de esas personas que se toma un tiempo del día para redactar un texto.

Siempre he pensado que ningún año va a ser totalmente bueno y sin problemas. Toda la vida vamos a tener problemas y conflictos, “pero son los retos que te ponen para madurar”. No, yo creo que siempre tendremos problemas, porque los humanos no somos perfectos. Tendemos a ser egocéntricos y egoístas. Pero bueno, no me voy a ir en la volá existencial de los seres humanos; ya todos sabemos como somos.

La celebración de año nuevo 2008, fue en la casa de mi papá. No recuerdo con detalles que hicimos (no es que haya estado borracha o bajo las influencias de alguna droga, solo que nunca recuerdo con exactitud las celebraciones de los años nuevos). Estábamos con la “Nana”, la Paz, mi papá y les juro que no recuerdo con quien más. Fue una velada súper intensa, porque se terminaba un año de mierda que había tenido. Yo me dije: “este año será bastante bueno”, pero no fue así.

Mi año 2008 empezó muy carreteado, suicida, intentos de escapar a un lugar que nunca existió, terapias de reflexión interna. Pero también conocí a gente, como a Los Watones, las primas Casa Barco. Me refugié en mi mamá durante mucho tiempo, le conté muchas cosas y conversamos hasta lograr una confianza que hasta hoy me agrada mucho. Mis intentos de dejar el cigarro fueron en vanos. Mis borracheras eran pan de cada día. Las peleas familiares se veían a cada rato. Pero aún así el verano fue algo muy lindo, el cual no lo olvidaré a menos que me de alzhéimer o me pegué en la cabeza olvidando parte de mi adolescencia.

El colegio no fue muy agradable este año. Empezando porque mis mejores amigos se habían ido del colegio, y yo los necesitaba mucho para poder seguir adelante.
El primer semestre mis notas estaban bastante “poco mediocres” como diría mi ex profesora jefe. Era responsable, estaba interesada en los debates, discusiones y más. Pero igual tuve problemas y llamaron a mis viejos para tener entrevistas y cosas así, pero mis papás estaban ni ahí con las cosas que les decía mi profesora, me apoyaban a mí. Me hice muy amiga de la Colombina y el Lucaz, todos los recreos webiabamos. Éramos como los “inapartados antisociales que hacían puras mierdas en clases”.
Ya el segundo semestre me tiré las bolas, como se dice ahora. Mis notas bajaron mucho, no hacía los trabajos, no me importaba nada, dormía todas las clases (aunque creo que lo seguiré haciendo), mis actitudes eran muy “malas”, “insolentes” y “rebeldes” (nótese que me suspendieron). No soportaba ir al colegio, lo pasaba mal. Sentía que todas las profesoras hablaban de mí a mis espaldas, no me gustó el trato que le dieron a mi hermano. Tengo aún la sensación de que “me tenían muy mala” y que no me soportaban. Esos factores hicieron que mis ganas de irme de ahí, crecieran. Le tenía un odio profundo a las personas que jamás pensé que iba a odiar (no las nombraré), detestaba el trato de algunos profesores a los alumnos, pero me quedé callada porque capaz que me suspendían. El único momento que lo pasaba bien en el colegio, eran los recreos, donde la Colombina y el Lucaz me divertían con nuestras estupideces. Y también gracias al colegio tuve muchos problemas en la casa.

Fuera del colegio, lo pasaba muy bien. Conocí a mucha gente. En mar4zo conocimos al Rolo, que se ha hecho parte de nuestra familia y mejor amigo. Integramos a la Ximena, conocimos a la Rudy, Rolo nos presentó a amigos de él, que también los aprecio mucho.
Tengo tantos recuerdos con ellos, como cuando hicimos la junta en la casa del Matías y todos estábamos muy ebrios. Ahí fue cuando conocimos a la Rudy y nos hicimos amigos del Rolo.
Como olvidar el súper lunes, donde a Rolo le dio la regla y estuvimos en su casa viendo Playboy TV y Lazy Town. O cuando fuimos con el Simón y Pacheco, con el oso de peluche de 20 lucas gigante por el metro, y un viejo curao’ le metió conversa al Simi.
Tenemos muchos recuerdos. Les he tomado un cariño enorme.

En el tema del amor, me fue como siempre: mal. Me gusto alguien que nunca supo; me obsesionaba con alguien; me ilusionaba… Lloré como siempre, me enojé y bla bla bla. Pero tuve mi momento glorioso, pero duro poco. Aunque rescato muchas cosas buenas. No voy a nombrar a esa persona que me hizo sentir bien por un tiempo (todavía me hace sentir bien, pero lo digo en el sentido del amarse y la weá), ya que no es necesario, pero puedo decir muchas cosas buenas de él, pero tampoco las diré porque este texto no es para hablar de alguien, es para hablar del 2008. Además, me vería en una situación incómoda, porque demostraría que aún me sigue gustando y me interesa (no es que me pase eso, pero se podría interpretar así).
Después de sufrir una desilusión amorosa, me vi cada día más desinteresada en el amor, y como dice mi amiga Pelá ME CAGO EN EL AMOR. Pero aún tengo esperanzas de encontrar a alguien que me haga feliz por un tiempo.

Para resumir: el 2008 conocí a muchas personas que en este minuto de mi vida son muy especiales. Viví cosas que no se olvidaran, ya sean buenas o malas. Crecí mucho como persona y aprendí de mis errores.
Les doy las gracias a todos mis amigos que estuvieron en los momentos difíciles

Me queda darles un consejo: no digan que el próximo año será mejor. Uno nunca va a saber como será el próximo año.

Saludos.